LA LENGUA TOBA
En la línea de las teorías sobre deixis y actos de habla, Facundo nos ha presentado el mes pasado un trabajo complejo pero interesantísimo sobre la lengua Toba. Personalmente, lo que más me ha llamado la atención ha sido una observación suya sobre el rezo en la lengua Toba y la importancia que un simple deíctico puede tener en la eficacia del ritual. En aquel rezo, que se puede traducir al castellano por “Se pide a la planta sacarle las raíces, las hojas para proteger al nieto”, el deíctico ñi posee un poder extraordinario: surge el efecto de hacer presente al nieto en la realidad extralingüística. Es decir, si en Toba se produjese una sustitución de ñi por qa, el nieto se volvería de inmediato invisible. Así se concluye: “De aquí la importancia de la deixis que permite que el nieto “sea atraído”, a través de un elemento gramatical, al ámbito dialogal”.
De manera general, esta experiencia nos hace reflexionar sobre el poder que ejerce la palabra sobre la realidad. Fácilmente concebimos que la realidad tenga influencias sobre nuestras lenguas; un ejemplo sencillo es que los avances técnicos nos obligan todos los días a crear nuevos términos o a desplazar los usos de las palabras a unos dominios que en principio no le son destinadas. Pensemos por ejemplo en la suerte de la palabra ratón. Pero es difícil observar como la relación es didáctica y también se produce en el sentido inverso, como en la anécdota del rezo Toba. También la lengua y las palabras cambian nuestra realidad. Uno de los maestros de la literatura universal que sin duda ha sabido hacer de este fenómeno el pilar de sus pensamientos estéticos es el famosísimo Borges. ¿Quién no se dejó engañar por la cantidad de referencias cultas? ¿quién no se ha creído que la ciudad de Uqbar y la Enciclopedia Britannica de 1902 existían de verdad? ¿Acaso alguién duda de la transformación del protagonista de Cortázar en Axolotl? Dice:
Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.
¿Acaso las ranitas no se transformarán en príncipes con un « abracadabra »?